Si pensamos en una persona empoderada, puede venirnos a la mente alguien que controla, que cree en ella misma y en sus capacidades. 

El sentimiento de no controlar algo que nos hace vulnerables, a pesar de agarrarnos con todas nuestras fuerzas, nos acaba debilitando y posicionando en el victimismo. Esto es lo que ocurre cuando no controlamos una de nuestras necesidades más primarias, las ganas de orinar.

 

Cuando la vejiga toma el control

Muchas mujeres se enfrentan al sentimiento de verse sobrepasadas por la urgencia urinaria, desde el momento en que salen de casa su vejiga toma el control, viven en un estado de ansiedad constante, teniendo que conocer la ubicación de los baños en el recorrido que van a hacer. Algunas mujeres se avergüenzan de tener que ir todo el tiempo al baño cuando están con sus amigas y, en el mejor de los casos, aguantan estoicamente durante todo el tiempo que están fuera porque no soportan la idea de aproximarse a un wáter público, pero justo al llegar a casa, el cerrojo mental se abre y tienen que ir corriendo al baño, perdiendo finalmente el tan ansiado control. 

Este problema debe ser abordado desde el cuerpo y desde la mente, no porque la mente lo haya creado, sin lugar a duda, no vamos a posicionarnos voluntariamente en una condición de vulnerabilidad, sino que al problema físico se le ha sumado su propia consecuencia, amplificándolo de esta manera. Muy frecuentemente, esta circunstancia se da en la etapa de vida de la mujer entorno a la menopausia por diversos factores físicos, hormonales y funcionales. 

 

Aprender herramientas para retomar la confianza en una misma

El control como tal no es sinónimo de empoderamiento. Anteriormente pensamos en cómo sería una persona empoderada, y en realidad hablamos de alguien que sabe lo que necesita y lo que desea frente a un problema, haciéndose cargo de su parte de responsabilidad, de lo que debe aprender para mejorar, y de aceptar lo que no puede cambiar, una persona que ha reconocido y fortalecido sus capacidades. Ésta es la persona capaz de transformar su realidad, con confianza en ella misma, y sólo desde esta mentalidad, tomando distancia del fenómeno atenazante, puede cambiar su situación problemática del victimismo al empoderamiento. La buena noticia es que esta cualidad se puede entrenar, trabajando el foco, conociendo el cuerpo, sincronizando la respiración y la función muscular, enseñando así a nuestra atención no tanto a saber controlarse sino a saber dirigirse.

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